El ser humano es como un reloj de precisión y está sano cuando todas y cada una de sus piezas funcionan al unísono de forma sincrónica, lo que llamamos la homeostasis.
El propio cuerpo tiene los recursos necesarios para devolvernos a la situación de homeostasis cuando los retos que enfrentamos son de bajo impacto, pero cuando éstos sobrepasan los límites de nuestra capacidad de respuesta correctiva, enfermamos y necesitamos ayuda externa para restablecernos.
Los síntomas nos ayudan a determinar el origen de la disfunción que ha facilitado la instauración de la enfermedad, pero son sólo la manifestación del desequilibrio que tenemos que corregir para recuperar la salud.
El propio cuerpo tiene los recursos necesarios para devolvernos a la situación de homeostasis cuando los retos que enfrentamos son de bajo impacto, pero cuando éstos sobrepasan los límites de nuestra capacidad de respuesta correctiva, enfermamos y necesitamos ayuda externa para restablecernos.
Los síntomas nos ayudan a determinar el origen de la disfunción que ha facilitado la instauración de la enfermedad, pero son sólo la manifestación del desequilibrio que tenemos que corregir para recuperar la salud.